En recuerdo de Benito Otero (1947-2006)
06-11-06
La Pediatría asturiana ha vivido con gran consternación el repentino fallecimiento de Benito Otero, neuropediatra del Hospital de Cabueñes (Gijón), el pasado sábado 4 de noviembre. Nacido en Madrid y licenciado en Medicina en Santiago de Compostela, Benito Otero se especializó en Pediatría en el Hospital Infantil La Paz de Madrid. Desde 1977 trabajó en el Hospital de Cabueñes como responsable de la Neuropediatría.
Desde aquí queremos expresar nuestras condolencias a toda su familia, amigos y compañeros.
A continuación reproducimos la nota redactada poco después de conocer la noticia por Venancio Martínez, presidente de la SCCALP, y publicada en la edición del 5 de noviembre de 2006 en el diario La Nueva España.
Fulminado por el rayo del trabajo y del compromiso
Desde las cinco de la tarde de ayer los teléfonos no han dejado de sonar. Todos necesitábamos desahogar la emoción y compartir la impresión de la muerte de Benito Otero. Esa mala hora ha sacudido a toda la pediatría asturiana y ha llenado de inmenso dolor y tristeza a quienes le conocíamos. Fulminado por el rayo del trabajo y del compromiso con la vida de los demás, Benito ha dejado inesperadamente huérfanos a sus compañeros, a sus muchos amigos y a todos sus pacientes.
Lo vi por última vez hace una semana, cuando salía de una sesión en el centro de salud y desde la puerta nos despedimos con un gesto de mutuo afecto. Hace tres días me pedía que lo sustituyera en el compromiso de una charla porque andaba mal de tiempo. Sé que trabajó hasta apenas dos horas antes de morir, porque tengo su último correo en la pantalla de mi ordenador. Recuerdo estas cosas para explicar que Benito se murió de generosidad, de compromiso y de responsabilidad; que se murió arrollado por la intensa y extraordinaria dedicación a su profesión y por la fidelidad absoluta a sus principios.
Benito Otero era un hombre bueno y cordial, con una capacidad de amar que lo desbordaba y que le salía en cada gesto y con cada palabra. Que ejercía la neuropediatría con verdadera maestría, con un talento extraordinario, aunque dentro de nuestra especialidad le interesaba todo y lo sabía casi todo, si bien lo hacía notar sin el menor alarde y con absoluta honestidad. Ahora nos faltará la confianza de tener a Benito cerca para consultarle una duda o pedirle su opinión sobre algún niño de nuestra consulta. Nos faltará su enorme experiencia y su destacada competencia profesional. Y nos quedará el recuerdo emocionado de algunas conversaciones, de la variedad y conjunción de sus conocimientos, de su cultura amplia y profunda, de su fidelidad a unas ideas y a las muchas personas merecedoras de su aprecio.
En la medicina y en la pediatría deja un vacío difícil de llenar. Desde ayer echaremos de menos sus notas en la prensa, la selección de artículos que nos hacía llegar, la voz de su conciencia crítica, toda su presencia. Que su hospital, que sus compañeros, que sus amigos no lo olviden. Que las personas más próximas a él sepan la satisfacción que a todos nos queda de haberle conocido y de haberle tratado; el placer y el privilegio de haberlo tenido como compañero, amigo y maestro.
Venancio Martínez Suárez